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CoreanoÁrabe

miércoles, 14 de julio de 2010

Regalo de amor - Capítulo 2 - Apostando el corazón




Ya saben que todos por personajes son de Stephanie Meyer, menos Elen, además creo que he aportado algo propio a este Jaime (creo que me he enamorado de mi propio ser de fantasía).

CAPÍTULO 2 – APOSTANDO EL CORAZÓN

Llevaba todo el día en plan zombie, por así decir. Unas veces tratando de no pensar en mi incompleto y alocado plan de esta noche para no cambiar de opinión, otras... la mayoría, dejándome llevar por hermosas fantasías en las que todo salía bien. De modo que mi nombre y estas bien fueron las palabras que más escuche. Incluso me gane una regañina por parte de Trudy.

¡Elen! Bramó, sin duda llevaba llamándome algún tiempo Pero chiquilla, ¿qué te ocurre hoy?.

Nada Mentí. Si ella supiese...

¡Pues espabila! Qué aún tenemos mucha ropa por delante. Por cierto, añadió sarcásticamenteno creo que a Kyle le agrade tanta limpieza si le dejas sin camiseta.

Durante el almuerzo procuré centrarme más, pues Doc y Sandy estaban presentes y no quería que se empeñasen en que estaba agotada o algo así, y decidieran arrastrarme hasta el hospital para dejarme Cao con algún potingue.

Jamie llegó tarde y muy sucio. Comentó que había estado preparando el campo norte para la siembra, y el trabajo había durado más de lo previsto. Aún parecía un poco molesto con Jared; pero quería pasar el resto del día con su familia hasta que se marchasen a esta larga misión.

Como siempre Jared la encabezaría y Wanda era imprescindible, así que Mel e Ian iban también. Brand y Aarón completaban el grupo. La explicación oficial por la que dejaban fuera a Jaime consistía en que ya eran demasiados, razón por la que en un intento de última hora pidió a Brand y después a Aarón que le cediesen su puesto. No me preocupe, a estas alturas sabía que el objetivo de su enfado debería ser Wanda. Ella soportaba tan poco como yo que él abandonara la seguridad de las cuevas.

Tío Jeb, sentado a mi lado me hizo prometer que me tomaría el resto de la tarde libre. Me gustaba llamarle tío, aunque no sabía si mi afecto por él correspondía a algo parecido a ese título. Sólo sabía que él me quería y me trataba como a Wanda y Mel, y yo sentía por él mucho cariño y respeto.

Suspicaz como siempre, se aseguro de que me echaba un rato. Por descontado no esperaba pegar un ojo; pero le obedecí cuando me pidió que lo intentase, tras escoltarme hasta mi habitación. Cuando me despertó justo al anochecer comencé a sospechar que al final Doc y él me la habían jugado de algún modo; mas no dije nada. Al entrar a las cocinas mis sospechas se confirmaron cuando les vi cruzar una mirada significativa, y Doc afirmó ante mi mirada acusadora, con una cordial sonrisa y un encogimiento de hombros, que tenía que descansar y sabía que no le habría dejado ayudarme.

Durante la cena de despedida comprobé que Jamie aún no se había aseado. Supuse que lo había pospuesto para después de la partida de los expedicionarios y así pasar más tiempo con sus hermanas.

Se sentó enfrente de mí, entre Mel y Wanda. No me habló pero me miraba mucho, sin embargo en cuanto nuestras ojos se encontraban los apartaba rápidamente. Sorprendí a tío Jeb mirándonos con su cara de creo que he resuelto este rompecabezas y me guiñó un ojo. Nada de lo que ocurría a su alrededor se le escapaba a este adorable anciano, no como a otros pensé con sarcasmo.

La ansiedad por la separación casi se palpaba en el ambiente, y lo cierto es que yo también la sentía crecer en mi interior. Gran parte de mi familia adoptiva abandonaría pronto el único sitio seguro para nosotros.

Llegado el momento de la despedida bese y abrace a Mel y Wanda deseándoles suerte y pidiéndoles que se cuidasen mucho. Para mí eran mucho más que mis mejores amigas, eran como mis hermanas mayores. Después, un poco más cortada, me despedí de Ian y Jared. Este último me recordaba mucho a mi padre, como él siempre sabía lo que había que hacer y cuando.

Una vez que partieron y la gente se dispersó, Jaime fue a asearse y yo corrí a prepararme, segura de que no tendría mejor ocasión y de que no soportaría otro día como el de hoy.

Me puse uso vaqueros con cinturilla elástica y una camiseta lila con un escote amplio que ya nunca usaba, pues tendía a írseme hacía un lado dejando algo más que un hombro descubierto, lo cual era muy molesto a la hora de trabajar, además de incomodarme hasta el punto de enrojecer cuando alguna de las chicas se me adelantaba a la hora de remediarlo.

No es que esa parte de mi indumentaria fuese a contar mucho donde iba a abordarle; pero sería más fácil deshacerme de ella cuando me temblasen las manos. Lo que si escogí con verdadero interés fue la ropa interior. Melanie me había regalado en una ocasión un precioso conjunto blanco con mucho encaje, algo muy fino y delicado, que según ella debía guardar para una ocasión especial pues nunca se sabe. Aún recuerdo el tono que uso y como me guiñó. Después añadió que en cualquier caso era una pena utilizarlo a diario tal y como debíamos lavar en aquellas cuevas.

Sonreí al ponérmelo, no creo que ella imaginase nunca cuan pronto encontraría yo esa ocasión especial, ¿o quizá sí?. Me encogí de hombros y sacudí la cabeza mientras me ponía los vaqueros. No importaba lo que ella supiese o creyese adivinar.

También era cierto, que todas las mujeres de la cueva habían ido recibiendo uno similar tras alguna expedición, con indiferencia de si tenían pareja o no. Bufé pensando en los chicos esperando con cara de disgusto, escondidos en la furgoneta aparcada a las puertas de las tiendas de lencería. Seguramente Brand no habría dejado pasar la oportunidad de hacer chistes, bromitas y comentarios subidos de tono y claramente de mal gusto.

- Bien Elen, –dije en voz alta– llegó la hora de la verdad –suspiré y añadí en un murmullo–. Buena suerte chica, la vas a necesitar.

Mientras caminaba a toda prisa por los túneles sólo podía pensar en que ciertamente no tenía ningún tipo de garantía sobre el resultado de mi desesperado intento por comenzar nuestra relación. Lo único que sabía con total certeza era que sólo podía desear al hombre al que perteneciese mi corazón, y sólo el amor me haría comportarme como planeaba hacerlo con Jamie.

Él estaba entrando en la habitación de la piscina cuando llegué. Esperé pacientemente en el oscuro túnel hasta estar segura de que se encontraba solo y que nadie más acudiría, entonces me deslice sin hacer ruido por la habitación de los ríos y me introduje en el oscuro cuarto de baño.

Contuve la respiración mientras me desnudaba torpemente. Dudé un poco sobre si quedarme en ropa interior o no. Al final, como la piscina me cubría hasta la cintura, decidí dejarme el sostén. El chapoteo del agua ayudó a que no notase ni mi presencia, ni que me sentaba al borde de la piscina.

Estaba tan nerviosa que apenas podía contener los temblores, ¿y si me rechazaba? ¿y si no era así, pero a mi me entraba el pánico?. La verdad es que no estaba muy segura de lo que haríamos o de si me gustaría... todo.

Suspiré y me deslice dentro. Ya no había vuelta atrás. Quizás hubiese sido mejor esperarle en su colchón aprovechando que las próximas semanas dormiría solo. O mejor aún, hacerle una visita a media noche. ¡No!, si me rechazaba era preferible que mi humillación no fuese pública.

Apenas posé los pies en el fondo me arrepentí. Una cosa era la fantasía, donde todo saldría como yo quisiera y otra...

– ¡Pero que demonios...! –le oí gritar mientras se giraba–. ¡Eh, que esta ocupado!.

Yo también giré rápidamente y me impulsé fuera mientras me gritaba mentalmente, ¡estúpida! ¡estúpida!; si era lo bastante rápida nunca sabría quien fue. Pensaba que había sido una confusión de algún despistado, y eso era lo mejor que podía pasarme. Saldría con bien de aquel lío. Él nunca sabría la verdad.

Busqué desesperada los zapatos, sobre ellos había dejado perfectamente dobladas las finas braguitas. Me las coloqué a toda prisa maldiciéndome por habérmelas quitado. Estaba apunto de calzarme cuando escuché el inconfundible chapoteo que indicaba que él también había decidido salir. Lo dejé, ya no tenía tiempo para eso, tenía que salir de allí pitando.

El pulso me martilleaba en las sienes, me costaba respirar y para colmo empezaba a sentir náuseas; pero a pesar de todo eso, sabía perfectamente que no podía correr por las cuevas medio desnuda, así que agarré las ropas que por suerte acababa de pisar.

Cuando alcancé la luz, me di cuenta que la ropa que había agarrado era la suya. Detrás de mí le oí maldecir y tantear el suelo, debía estar buscándola; bien, eso me daría un poco de tiempo. No me pararía a ponerme sus pantalones, entre otras cosas, porque serían demasiado largos y no podría correr aunque pudiese arremangarlos. Recé para que la camiseta me cubriese al menos hasta los muslos. Sin pararme me la pasé por la cabeza y forcejee con ella, pues al estar mojada se me pegó y no me dejaba ver nada.

- ¡Cuidado! –escuché mientras unos cálidos brazos rodeaban mi cintura y tiraban de mí hacía atrás.

Justo entonces conseguí sacar la cabeza por el escote. Si Jaime no llega a alcanzarme, me hubiese colado por el primer agujero del suelo, me habría achicharrado antes incluso de haber desaparecido bajo tierra.

Sentí el frío hasta los huesos producto del pánico de contemplar tan horrible muerte en mi imaginación; aunque curiosamente al mismo tiempo sentía las llamas calcinarme allí donde su brazo cubría mi piel desnuda. Habría jurado que pronto brotarían las ampollas.

Jamie apoyó su frente en la parte posterior de mi coronilla, y su aliento jadeante abraso mi nuca expuesta; pues el pelo mojado se me había pegado apelotonado a los lados del cuello.

– ¡En que estabas pensando! –Bramó mientras me volteaba bruscamente.– ¡Nunca vuelvas a hacerlo! ¿Me oyes?. –Ahora me había agarrado por los hombros y me zarandeaba sin piedad.

A que se refería exactamente, ¿a meterme con él en la piscina?, ¿a robarle la ropa? ¿a salir huyendo?.

– ¿¡Cómo se te ocurre correr sin ver donde pisas en esta sala!.

Agaché la cabeza avergonzada, pero antes cerré los ojos fuertemente por si no llevaba puesto nada. Lo único que me faltaba era tener esa imagen en la cabeza mientras pasaba el resto de mi vida rehuyéndole por los túneles.

Me atrajo hasta su pecho y yo me permití recostar la cabeza en su hombro, mientras brotaban mis lágrimas.

- Siento haberte asustado hay dentro –susurró–. ¿Cómo no te distes cuenta de que estaba ocupado?.

Yo apenas prestaba atención a su palabras, tan sólo era consciente del contacto de su hombro desnudo en mi mejilla, de sus brazos cruzados contra mi espalda; la camiseta estaba tan enrollada por detrás que estos estaban en contacto directo con mi piel, quemándola. De no ser por mi llanto y su enfado habría sido como cumplir una de mis fantasías; pero aún podía serlo, gritaba una vocecita en mi mente, tan sólo tienes que atreverte. Imaginé lo fácil que sería alcanzar sus labios poniéndome de puntillas y casi estaba decidida a intentarlo, cuando se separó de mí bruscamente. Unos segundos antes, sin mi permiso, mi mano libre se había apoyado en su pecho, y juraría haber notado algo duro apretarse a mi pierna desnuda y escucharle tragar en seco.

– ¡Será mejor que entres a vestirte, niña! –dijo aclarándose la garganta.

Cogió el pantalón que yo acababa de dejar caer a sus pies, me dio la espalda, y se lo coloco rápidamente. Menos mal que había encontrado los boxers, pues esta vez no fui capaz de cerrar los ojos.

Como no me moví, apenas podía sostenerme en pie, se volvió para mirarme con cara de pocos amigos.

– ¡Venga, que no tengo toda la noche para hacer de canguro!.

Pasé a su lado sin mirarle, sentía como el llanto amenazaba de nuevo con derramarse; pero esta vez de rabia y frustración. No tenía sentido seguir engañándome, así es como él me veía y me vería siempre, como a una niña. Jared estaba equivocado y mi esperanza había muerto.

Me vestí apresuradamente, luego busqué sus zapatos e inspiré lentamente un par de veces para serenarme, pero no funcionó. Estaba apunto de salir a la cueva de los ríos cuando le oí murmurar:

– ¡Maldita cría!.

Eso acabó con mi autocontrol. Ahora me hervía la sangre de pura furia. En ese momento odié amarle y me odié a mí misma por hacerlo, no lo soportaba más. Hice una bola apretada con sus zapatos y la camiseta, salí a la otra sala y se la arroje al pecho.

No había nada entre nosotros que estropear, nunca lo había habido y nunca lo habría, así que todo lo que quedaba era humillarme se hablaba; pero eso ahora no me importaba, lo único que quería era desahogarme, sacarlo todo fuera. Llevaba demasiado tiempo sufriendo en silencio.

– ¡No soy una cría! –Grité a pleno pulmón– ¡Soy una mujer! ¿¡Me oyes! –alcé la mirada desafiante y la clave con fiereza en la suya; aunque en realidad no podía verle a causa de las malditas y traicioneras lágrimas–. Y soy... estúpida, –mi voz se fue apagando– porque hay que serlo para enamorarse de ti.

Esto último apenas lo susurré mientras le esquivaba para echar a correr rumbo a la salida.

– ¿Qué? ¡Espera! –Le oí gritar, pero no me detuve.

Corría cegada por las lágrimas pero no me importaba, si un nuevo agujero salía a mi paso me parecería estupendo, pues eso es lo que quería en esos momentos, desaparecer.

Llegué sana y salva al oscuro túnel e intensifique la carrera y el llanto. Sin embargo avancé poco, pues de pronto algo me agarró por detrás de la camiseta. Lo siguiente que supe es que un fuerte y cálido brazo volvió a rodear mi cintura. Forcejeé inútilmente mientras dos fuertes manos me daban la vuelta, para después empujarme hasta que mi espalda quedó apoyada contra la pared. Acontinuación se apoderaron de las mías, que trataban inútilmente de alejarlo de mí, y las sujetaron de modo que quedaran aprisionadas, cuando su cuerpo se pegó al mío, apoyadas sobre su torso desnudo.

– ¡Suéltame! –Grite entre sollozos.

Sus manos, ya libres, me abrasaron los costados subiendo camino de mis hombros.

– No vas... a ir... a ninguna... parte –jadeó sobre mi frente– hasta que... no me repitas... eso que has dicho.

Yo también jadeaba; pero estúpidamente por mi parte no sólo por la carrera. Era demasiado consciente de su aliento abrasador, de sus manos, de cada uno de los músculos de su pecho bajo mis palmas...

Me obligué a recomponerme, a dejar de sentir todo aquello, de gimotear. Me recordé que debía odiarlo, así que apreté los dientes y le escupí las primeras palabras que cruzaron mi desquiciada mente, notando como si tratase de arrancarme el corazón con cada una de ellas.

– No tendrás que seguir cuidando de mí por mucho tiempo, le pediré a Jared que me entregue a cualquier otro clan. Quizá a cambio pueda conseguirte alguienmás de tu gusto. –Mi tono era marcadamente sarcástico apartir del alguien– Quizá te la traiga en esta expedición, ya que falló conmigo. –Sabía que la última parte no era del todo verdad, no planeaban traer rehenes; pero que tarde o temprano Jared lo haría, le seguiría buscando pareja y yo no podría soportar estar aquí cuando lo lograse.

Noté como se aflojaba su agarre por la sorpresa y aproveché para escabullirme por debajo de su brazo derecho; pero se recupero tan rápido que en décimas de segundo yo volvía a estar contra la roca, esta vez con las manos atrapadas a la espalda mientras las suyas sujetaban firmemente mi cintura.

– ¡No... no!. ¿Crees que puedes decirme eso y largarte?, pues yo creo que no. Ahora vas a repetirme eso de que eres estúpida y el porqué. En cuanto a lo otro... ya me lo explicarás más tarde.

– ¡No! No tengo que hacer nada. –Dije forcejeando inútilmente.

Jamie apretó nuevamente su cuerpo contra el mío y subió sus manos para empujar hacia atrás mis hombros, inmovilizándome totalmente. Después acerco lentamente su mejilla ala mía, su aliento quemaba mi oreja mientras susurraba.

– Dices que no eres una cría, pues deja de comportarte como tal. –Acercó un poco más su boca a mi oreja y atrapo el lóbulo mientras volvía a susurrar– Me lo dirás, ¿verdad?.

No me lo podía creer, no podía estar haciendo eso. Sentí su mano deslizarse desde mi hombro hasta la base del cuello y luego ascender hasta mi mandíbula, levantándola para que su boca pudiese recorrer mi garganta de camino hasta mi clavícula, donde deposito un tierno beso.

Las rodillas me temblaban, el pulso se me disparó y comencé a hiperventilar.

– Dímelo otra vez, por favor –rogó.

Apenas si podía pensar a esas alturas, ¿qué era lo que quería que le dijera?.

– No... no lo recuerdo –conseguí articular a duras penas.

Él se alejó un poco soltando una carcajada. Sus manos sostuvieron mi cara mientras sus labios regresaban para presionar los míos con fuerza, dejándome sin aliento. Después volvió a llevarlos hasta mi oreja, rozando mi piel todo el trayecto con la punta de su nariz, para murmurar.

– ¿Así que eres una mujer estúpida? –y me mordisqueo el lóbulo mientras yo gemía sin poder ya evitarlo– Y celosa además –añadió volviendo a mosdisquear–. ¡Y mía!.

Me estaba volviendo loca, si sus manos no me hubiesen tenido aferrada creo que a estas alturas mi cuerpo se habría deslizado hasta el suelo. ¿Cuándo bajaron a mi cintura de nuevo? ¿De veras me había besado?.

Se separó para mirarme muy serio a los ojos al tiempo que preguntaba.

– Por qué eres mía, ¿verdad?.

– Desde siempre –susurré–. Desde que vi tus ojos aquella primera noche.

Y entonces dejó que mis manos escaparan de su prisión para ir a enredarse entre sus cabellos, mientras las suyas subían por mi vientre arrastrando la camiseta.

– No sabes cuanto he soñado con tenerte así. –Murmuró contra mi cuello, mientras sus manos volvían a bajar produciendo descargas en mi espina dorsal y temblores en mi tripa.

– Jamie –gemí, incapaz de conectar las palabras necesarias para confesarle lo mismo.

– ¿Hum?...No sabes como me ha gustado oírte decir mi nombre de ese modo. –Comentó rozando su nariz por mi mandíbula.

– Te amo, Jamie –volví a gemir cerrando los ojos.

Sus manos, de nuevo en lento ascenso, pararon de golpe y se retiraron hacía los costados de mi cintura; mientras su nariz dejaba paso a sus labios que fueron proporcionándome cortos besos, debajo de la oreja, en medio de la mejilla, en la comisura de los míos...

Se retiró de nuevo. Yo seguía con los ojos cerrados y estaba apunto de abrirlos para ver que pasaba cuando me beso sobre los párpados y murmuró.

– Mírame, quiero que veas mis ojos.

Los abrí, y tal como pedía me sumergí en su chocolate oscuro.

– Yo también te quiero, niña –rápidamente coloco un dedo sobre mis labios entreabiertos para que no pudiese objetar nada–. Niña de mis ojos –añadió y volvió a atacarme la boca introduciendo esta vez su lengua, que buscó con ansia enroscarse en la mía. Por supuesto le deje hacerlo y hasta me sorprendí a mí misma imitándola y persiguiéndola hasta el interior de la suya, cuando la retiró. ¡Yo, que lo había llegado a considerar algo asqueroso!.

Sólo nos separamos cuando la necesidad de aire fue apremiante. Jadeando al unísono, apoyados frente con frente. Sus manos descansando en mi cintura, las mías sobre sus hombros. Calentándonos mutuamente los rostros. No se cuanto permanecimos así, tan sólo tratando de calmar nuestra respiración, sintiendo mi corazón galopante golpeando furioso contra las costillas. Percatándome de hasta que punto Jaime me hacía perder el control. Cuan excitada y húmeda había logrado ponerme sólo con sus besos ardientes y unas cuantas caricias inocentes. ¿Qué sería de mí cuando decidiese desnudarme y recorrerme por entero?. Acabaría dejándole hacerme cualquier cosa que quisiese, estaba segura.

Deseé saber desesperadamente si a él le ocurría lo mismo, si yo ejercía ese mismo poder sobre sus sentidos. No es que quisiese tomar el control de la situación, ni mucho menos. Tan sólo tenía curiosidad, así que trace un plan y me dispuse a llevarlo a cabo. Terminado el experimento, dejaría que la timidez volviera a apoderarse de mí hasta que Jaime me desinhibiesede nuevo.

Tal como estábamos y siendo más baja que él, me resultaba imposible llegar a su espalda como hubiese querido, así que tuve que limitarme a deslizar la yema de mis dedos temblorosos apenas unos centímetros columna arriba y abajo, partiendo de su cintura; mientras con la otra mano obligaba a su nuca a permanecer donde estaba, para así, poniéndome de puntillas, poder atrapar entre mis labios el inferior de los suyos tironeando de el con delicadeza.

Su respuesta fue brusca e inmediata.

Primero emitió un gemido sorprendido a la vez que sus manos casi se clavaron en mi cintura. Después rápidamente pasaron a alzarme por los glúteos mientras su garganta emitía un gruñido casi animal.

Sorprendida solté su labio, pero enseguida volví a atraparlo orgullosa de haber provocado aquella reacción.

Ahora podía acariciar su columna hasta casi los omoplatos. Cuando lo hice subiendo despacio, Jamie deslizó su mano izquierda pierna abajo hasta detrás de mi rodilla y tiró de ella para situarla sobre su cadera mientras pegaba su cuerpo totalmente al mío, estrujándome contra la roca.

Mañana tendría cardenales, pero entonces no pude pensar en ello, tan sólo entrelacé rápidamente mis manos tras su nuca para tratar de mantener el equilibrio al mismo tiempo que le rodeaba con ambas piernas la cintura.

Nuestros sexos solamente estaban separados por unas cuantas capas de tela, pero era tan evidente la mutua excitación que me quede paralizada. Jaime en cambio volvió a gruñir sobre mi cuello, cuando al deslizar de regreso su mano izquierda hasta mi glúteo provoco un roce involuntario, pero muy placentero. Yo arqueé en respuesta mi espalda, un acto reflejo, causando un nuevo roce, que esta vez acompañe con un fuerte y prolongado gemido imposible de contener.

El deseo demencial amenazaba con consumirme, con anular el poco autocontrol que me quedaba. Me quemaba, estaba en llamas, si seguíamos así no sabía de lo que sería capaz. Me visualicé mordiendo sus labios, contrayendo y relajando los músculos de la espalda para frotarnos de nuevo... Incluso arañándole la espalda desnuda... y tuve miedo, no podía dejar que ese instinto animal guiara mis actos. No quería hacer nada de lo que después pudiese avergonzarme. ¿Pero acaso no había ido ya demasiado lejos? ¿podría detenerme ahora? ¿quería realmente hacerlo, detenerme?.

Todo ocurrió tan deprisa y yo estaba tan desquiciada, que en realidad no estoy segura de saber como pasó. De algún modo Jaime se había zafado de mí mientras me pedía que parase con voz ronca. Creo que había tirado de mi cintura hasta que yo acabe desenganchando mis tobillos, al tiempo que dejaba caer mis brazos laxos a los costados. Ahora se mantenía ligeramente apartado, sujetándome por las muñeca para evitar mi caída mientras yo trataba de apoyar la espalda contra la roca, pues mis piernas temblorosas eran incapaces de sostenerme. Cuando al fin la alcancé, me soltó y me dejé deslizar desmadejada. Ambos jadeábamos ruidosamente.

No hablamos, él ya lo había dicho todo, ni siquiera le miré cuando se sentó dejando un pequeño espacio entre ambos; aunque a mi lado. Supuse que fue un mero gesto de cortesía que no lo hiciese más lejos o incluso al otro lado del túnel. Yo lo había echado todo a perder. ¿Qué pensaría ahora de mí?. Sentía las lágrimas a punto de brotar y apreté fuertemente los ojos para contenerlas. No sabría decir que las provocaban, si el recuerdo de la rudeza de su expresión mientras se desligaba de mí, o el de sus palabras.

" – Para, no. ¡Para!. Esto no esta bien. ¡Ya basta!."

Sus ojos antes cálidos y acogedores, entonces se me antojaron dos rocas a punto de golpearme.

Miré de reojo. Había flexionado las rodillas frente a si. Los brazos que cruzaban sobre ellas, ocultaban su rostro. Noté como sus hombros subían y bajaban tensos a causa de su respiración acelerada. Sin duda estaba enfadado, y yo comenzaba a sentirme... sucia.

Quería huir, ocultarme de la mirada airada que presentía; pero sabía que mi maldito cuerpo no me lo permitiría, además del fuerte dolor que oprimía mi pecho haciendo casi imposible mi respiración, todo mi ser seguía pulsando presa de la excitación, entorpeciéndome. Así que hice lo único que medio podía, pegando el mentón al pecho y clavando la vista en mi regazo, reuní el poco valor y orgullo que me quedaba y los arrojé a sus pies, a modo de ofrenda, envueltos en mis palabras.

– Lo siento. –Ahora mis lágrimas bañaban mi rostro– Yo no... –No sabía que era exactamente por lo que debía suplicar su perdón, ni por tanto en que momento había cometido la terrible falta por la que me estaba castigando, así que no terminé la frase, en vez de eso jadeé en busca de aire y añadí mi corazón moribundo a la patética ofrenda –. Por favor, perdóname. Por favor, no... no me desprecies. Te lo suplico. Yo... yo...

Y ya no pude hablar más, el nudo de dolor se expandió y atenazó mi garganta . Los espasmos del llanto me hicieron estremecer, los gruesos goterones caían sin control bañando las palmas de mis manos muertas.

De pronto me encontré recostada contra su pecho, acunada entre sus brazos con su cálido aliento rozando mi frente, mientras me hablaba frenético.

– No... no mi cielo, no digas eso. ¿Cómo he podido ser tan estúpido?. Soy yo quien lo siente y te pide perdón. No pensé que al alejarme así te hacía daño. – Besó mi frente y me estrecho más fuerte antes de continuar aún más deprisa.– Te quiero demasiado, por eso tuve que parar amor. No era justo lo que estaba apunto de hacerte, ¿entiendes?. Me dejé llevar por mis más bajos instintos, yo soy el despreciable...

Alcé el rostro alarmada, el suyo reflejaba tanta angustia que sin pensarlo le sellé los labios con mi mano.

- Shhh. ¡Calla! Dejame pensar... Tú... tú me amas y me deseas tanto como yo a ti. –Besó mi mano y asintió mientras acariciaba mi brazo con la yema de sus dedos. No había sido una pregunta, pero me gustó recibir la confirmación. Eso me envalentono. – ¿Entonces, que quieres decir con que no era justo?. –En ese momento, mi imaginación se surtió de suficientes posibles explicaciones para el hacerte que había terminado su frase, por lo que oculté mi sonrojo contra su pecho.

Jamie carraspeo tenso y después comenzó a balbucear.

– Pues... veras... Cuando un hombre... ¡Caray! –se quejó–. No es tan fácil hablar de esto con...

– Jamie, –le corté– te recuerdo que ya no soy una niña. Las chicas lo saben y por eso me dieron unos cursillos sobre todo eso. –En realidad para mí fue una encerrona bastante vergonzosa; pero me cuidaría muy mucho de que él lo supiera. No permitiría que me tomase el pelo, no señor.

Cuando Candy, la antigua sanadora como todavía la llamaban algunos, me condujo a la cocina donde esperaban Trudy, Heidi, Lily, Paige, Mel y Wanda, con la excusa de que necesitaban mi ayuda con el amasado del pan, no tenía ni idea de lo que tramaban. Alguien declaró durante la sesión que Sol no participaría, pues Kyle obviamente no era bien recibido, y Trudy añadió que dentro de poco tendrían que hacer lo mismo con Libertad, quisiera o no su madre, porque "allí comenzaba a haber mucho viejo verde suelto". No era un chiste, pero todas rieron con ganas por el doble sentido del suelto. Allí había más hombres que mujeres.

Jamie me miraba con ojos como platos mientras yo me reí de mi misma para mis adentros, pues entonces me pareció algo demasiado explicito y asqueroso, sin embargo a la hora de la verdad, resulta que apenas sabía nada, y que mis sueños y fantasías no eran más que un pálido reflejo.

– ¿Las chicas también habláis de eso.

Por su expresión deduje que ellosdebían ser más exhaustivos, entonces no pude evitar sonrojarme al recordar lo seguras que me habían parecido todas sus caricias. Bueno, tal vez yo fuese a tener un profesor particular apartir de ahora. Eso me recordómi pregunta.

– Oye, no te escapes y contéstame. ¿Por qué no era justo?.

Jamie me apretó más contra su pecho y suspiró de forma triste, impulsando un mechón sobre mi frente. Yo lo aparté con gesto ausente mientras trataba de alcanzar sus labios. Me apretaba tanto que tuve que depositar mi beso en su barbilla; pero antes que me retirase del todo, él bajo la cabeza, mientras acunaba mi barbilla y así por fin pudimos fundirnos en uno largo, dulce y muy; pero que muy intenso.

Al concluirlo tuve que recostarme contra su hombro, repentinamente mareada.

– ¿Estas bien? –Preguntó Jamie alarmado.

– Mejor que bien –susurré mientras la cabeza dejaba de darme vueltas–. Se te da muy bien y creo que olvidé respirar, eso es todo.

Suspiró y fue entonces cuando me di cuenta que en algún momento había cambiado de sitio, ya no estaba sentada a su lado sino en su regazo. ¿Cuándo y cómo había pasado?. Suspiré a mi vez, más dichosa que confundida.

– Elen, que voy a hacer contigo. ¿Es que ni siquiera voy a poder besarte?.

Ese ni siquiera captó mi atención y a pesar de que el tono de su voz era juguetón no me gustó, me hizo recordar la historia de porqué Wanda se dio un año extra. Jamie se parecía mucho a Jared, en cierto modo durante un tiempo al menos fue su única figura paterna, su héroe.

– Jamie, ¿todo esto va de que sólo tengo 16 años? –Coloqué mi dedo sobre sus labios para que no me interrumpiese. Había sido una pregunta más bien retórica , y aún no había terminado.– Sólo soy 3 años menor que tú, –me quejé– no es tanta diferencia.

Entonces él habló bajo mi dedo.

– Sí, no es tanta diferencia, pero eres una menor y no quiero sentir que me estoy aprovechando de ti. No importa lo mucho que te hayan contado, o lo exquisita y maravillosamente que tu cuerpo reacciona a mis caricias. –Había cerrado los ojos al pronunciar la última parte, al volver a abrirlos en ellos había desesperación.– ¡Esta mal!. Debemos esperar hasta que tengas 18 como mínimo.

Conocía la testarudez de Jamie, así que no proteste, no conseguiría nada excepto que se empeñase aún más. Decidí que, si no quedaba otro remedio, le concedería dos años, ni uno más; aunque la idea de que en ese tiempo pueden cambiar mucho las opiniones me hizo feliz y tuve que luchar para no sonreír.

- Me parece una tontería eso de desperdiciar dos años, –hice mucho énfasis en el número– sobre todo tal y como están las cosas, viviendo sin saber cuanto tiempo nos queda realmente, si habrá un mañana –recordé la trágica historia de amor de West y Lily y fue como si alguien estrujara mi corazón con un puño–. De todas formas será como tú quieres –susurré, para después erguirme y lanzarle una mirada tan desafiante como mi voz, cuando agregué–. Pero te lo advierto, ni se te ocurra negarme tus besos y abrazos durante ese tiempo.

– ¡Jamás! –dijo cogiendo mi cabeza entre sus manos y soldando nuestros labios de nuevo.

Mientras recuperaba el ritmo normal de mis latidos, Jamie fue a buscar el resto de sus ropas. Su "No te vayas, enseguida vuelvo" no ayudaba mucho la verdad.

Caminamos en silencio abrazados fuertemente, mi cabeza apoyada en su hombro, hasta los corredores de los dormitorios. Estaba pensativo y creía saber el motivo, por lo que no le pregunté, sin duda recordaba mis palabras sobre el tiempo, sobre su posible falta.

Cuando llegamos al distribuidor en forma pulpo, me arrastró hasta el más cercano y allí me apoyó contra la roca mientras atacaba mis labios con fiereza. De nuevo no podía respirar, ¿pero quién quería?

Se separó tan bruscamente como empezó, jadeando desesperadamente en busca de aire, igual que yo.

– Es... mejor... que te... vayas...a la... cama.

Pegándome a su costado me condujo hasta la boca del tercer corredor, me besó en la frente y me deseó buenas noches.

Su cara reflejaba claramente el dilema interior que mantenía. Supuse que esa noche no dormiría mucho dándole vueltas a nuestra situación y me sentí un poco culpable. Quizás, sin querer, le hubiese hecho chantaje emocional.

Mi pobre Jamie –gemí en mi mente.

Tan poco yo dormiría.

Apenas había dado dos pasos vacilantes, pues aún sentía las piernas como de gelatina tras el último beso, cuando me alcanzó y me tomó en brazos.

- ¿A quién pretendo engañar?. Claro que irás a la cama, pero a la mía.

N/A: y ahora empieza la bueno para las que les guste el lemon, ahah. Los mejores los dos últimos.

4 comentarios:

  1. Comentarios de :Las huespedes lemmoneras

    deLacrOix.!! dijo...

    hahahaha
    LEMMON LEMMON!!
    qe cap ufff
    ¬¬
    -
    zigue chik!!
    bezoz
    5 de mayo de 2010 13:41
    Neny W Cullen dijo...

    ya te lo dije por msn, pero DIABLOS! como amo a Jamie!!!
    jajajaj es que es tan varonil!
    HAGAMOS UN TEAM JAMIE???
    las que quieran ser parte diga yo

    YOOOOOOOO!!!!!!

    besos amiga linda!
    5 de mayo de 2010 15:51
    anny lautner dijo...

    haha lo se
    YOOOOOO!!
    me encanto agreguenme
    candygirl_2909@hotmail.com

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  2. OMG! He leido esta historia como 7 veces, y cada vez que lo hago me sigo
    estremeciendo! Mi cap favorito es el 2. Escribes magnificamente! Me encantaria
    saber mas de Jaime y Elen! =D

    Salu2!

    XOXO
    Alyssa

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  3. lindo lindooooooooooooo!

    From: ngel OShea ()desde ff.net
    y es todo lo que dire jeje
    no mentiras!
    es ke jamie es tan... ¡jared!

    Ay! esos movimientos bruscos, pero ojos dulces, me tienen GUINDADA! jeje

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  4. From: Lyhaane 'Swan desde www.fanfiction.net
    -------------------

    aawww!... ese jamie se hace el k no kiere... pero carambas! es un joven y sus
    hormonas aun stan alborotadas... jajaja... y elen... uff k decir... bien ahí
    con su lencería sexy... lastima k no salio asi como kiso... hubiera sido un
    buen escenario... sta recontra lindo ya m voy a leer los demas caps..
    chauuuuuuu cdt

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